la orden de la misa catolica
En la mayoría de ellas — agregan — había ritos de iniciación y prácticas teofágicas, que tenían por objeto la incorporación de las fuerzas de la divinidad mediante la comida de determinados alimentos. En temporada mucho más reciente, varios críticos, entre ellos Loisy, visto lo absurdo y arbitrario de las primeras teorías sincretistas, comenzaron a charlar sólo de influencias indirectas, tal como de una extensa asimilación de los elementos más vitales existentes en las religiones de los misterios. Esos misterios, influyendo la concepción cristiana primitiva, la transformaron, hasta crear el tipo del "misterio católico." Una tal elaboración constituyó eminentemente la obra de San Pablo. Inconscientemente, y sin intención de copiar a la letra una tilde del ritual pagano, el Apóstol se inspiró en él para dar la doctrina y la forma a los 2 sacramentos. No es más que la aplicación a la eucaristía de un procedimiento admitido no ha mucho por la crítica sin dependencia y aplicado a toda la historia evangélica. Según esta teoría, la composición de los Evangelios sería el resultado de una vieja tradición oral, construída y desarrollada por la primitiva red social cristiana de conformidad con algunas leyes sicológicas y a las exigencias particulares actualmente histórico, y transmitida en múltiples formas, hasta que fue obtenida y registrada de cualquier manera por los evangelistas.
A inicios de la era vulgar, los hebreos tenían una floreciente colonia y disfrutaban de derechos iguales que los de los helenos. Tras la persecución donde cayó el protomártir San Esteban, los leales de Jerusalén se refugiaron allí en gran número, y aquí fueron llamados por primera vez cristianos.San Pedro se estableció allí ciertamente y rigió por algún tiempo la red social. Antioquía fue el primer foco de irradiación evangélica en las regiones circunvecinas, y, consecuentemente, el centro litúrgico donde confluyeron las corrientes religiosas en la Iglesia primitiva, impregnadas todavía de hebraísmo. Acoge asimismo la acción de gracias del pueblo y bendice a esos que han traído las ofrendas con sus acciones de gracias; concede santidad, incolumidad, alegría y todo avance del alma y del cuerpo a todo este pueblo."
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Además, el I OR del a comprender de qué forma en "Roma las ofrendas se habían transformado prácticamente en un privilegio de los leales nobles y distinguidos. Más tarde pareció preciso subrayar más la donación llevada a cabo a Dios de los elementos del sacrificio y la confianza de los oferentes de obtener en cambio sus bendiciones. Esto se hizo ccn una fórmula que Inocencio I llama muy acertadamente commendatio oblationis. Esta, por razones que no conocemos, ha llegado a nosotros tal y como si afirmáramos por duplicado, esto es, en la secreta y en la primera parte del canon, muchas veces con términos casi iguales en ámbas. Para atenuar su gravedad, diríase que la segrega tenía poca relevancia, que es una oración de transición; pero el hecho es innegable, y mejor sería admitir que nos encontramos ante un duplicado poco feliz. seguramente fue llamado a engaño por referencias falsas o imprecisas, pues entendemos que, en Milán, Ausencio, obispo arriano, predicaba todos los días; San Ambrosio, su sustituto, no era menos incansable en la predicación; en Hipona, San Agustín no dejaba nunca de regentar la palabra a sus leales, y de esta manera asimismo San Pedro Crisólogo en Rávena, San Máximo en Turín y Adolfo en Aquilea.
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la orden de la misa catolica
Por esto se ve lo lejos que están de la originalidad y conceptuosidad de las oraciones propias del antiguo Ordo missae leoniano y gregoriano; de hecho, surgen en su mayor una parte de la liturgia galicana. No obstante, y como compensación, han aportado al ritual de Roma un verdadero patrimonio de fórmulas, menos elevadas de pensamiento, pero ricas de imaginación y sentimiento, que en su facilidad quizá eran mucho más acomodadas a la inteligencia y gusto del pueblo.
- El sacerdote recita la primera profundamente inclinado; la segunda, en cambio, recto, haciendo la señal de la cruz; en las misas cantadas, la eulogía se ejecuta tras la consagración.
- «La Iglesia no repudia en las acciones rituales ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de exactamente la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes y no no permita la debida participación activa del pueblo» (Mus. Sacram, 9).
- 4) Entre la naturaleza de los banquetes paganos y la eucaristía no media tan sólo una diferencia sustancial en lo que se refiere a su respectiva concepción mística, sino más bien, más que nada, en cuanto a su directa finalidad.
El nombre propio de esta composición es Antiphona ad Introitum, y se utiliza para acompañar el salmo que se canta para la entrada de los celebrantes a la iglesia. La liturgia primitiva carecía naturalmente de introito, puesto que su uso se generaliza a partir de la liturgia basilical y papal; las antiquísimas liturgias que se han conservado hasta nuestros días correspondientes al Viernes Santo y la Vigilia Pascual (dejando a un lado la adición posterior del lucernario), carecen de introito. De manera expresa, la misa de fallecidos carece del canto de Aleluya, mientras que el Dies Irae es parte de la Secuencia que corresponde al rito de la misa de fallecidos, si bien sólo algunas de las misas de difuntos lo incluyen. Por poner un ejemplo la Op. 194 de Rheinberger no tiene Dies Irae, pero sí tiene Graduale, en la medida en que la KV. 626 de Mozart sí tiene Dies Irae y no tiene Graduale propiamente dicho, ya que Rex Tremendae, Confutatis y Lacrimosa se consideran piezas que pertenecen a la Secuencia. Queda claro que, según con los libros convocados, el ordinario de la misa es un conjunto de melodías gregorianas que musicalizan los contenidos escritos constantes de todas las misas, mientras que nuestro de la misa incluye aquellas partes que cambian según la celebración concreta del momento. Resumiendo, cualquier misa incluye siempre las cinco partes del ordinario, a lo que se puede añadir, en dependencia de la fecha o del género de misa, varias partes del propio.
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En el Jueves Santo el cristianismo conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena, el lavatorio de los pies y la oración en el huerto de Getsemaní. Según relata la Biblia, la Última Cena fue el momento en el que Jesús se reunió con los doce apóstoles para despedirse de ellos antes de su muerte.
Restos de la vieja especialidad los contamos en la rúbrica del misal el día de Viernes Santo, cuando asigna la lectura de la profecía de Oseas a un lector, y en otra rúbrica que deja, siendo la misa cantada sin ministros, ut epistulam cantet Aliquis Lector in orate consueto. Tales lecturas se distinguen ciertamente de las de la misa en que aceptan el plectamus genua antes de cada oración, mientras que la línea divisoria entre los 2 ritos es el Dominus vobiscum con que, respectivamente, tras la primera y quinta lección se da principio a la misa propiamente esa. La lectura de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, que se remonta, como afirmamos, a los orígenes mismos de la Iglesia, ha impreso a la parte introductiva de la misa un carácter marcadamente didáctico. En los primeros tiempos hubo lecturas incluso de libros no canónicos; pero fueron esporádicas u ocasionales, destinadas, por consiguiente, a desaparecer. Únicamente en África y en las Galias se conservó a lo largo de mucho tiempo la recitación de las actas de los mártires, que hoy en día solo pocas veces se leen en el rito ambrosiano.
El nombre, sin embargo, se conservó en los monasterios, añadido al de abadesa o asumido por aquella monja que por su cultura era designada para leer las perícopas de la Sagrada Escritura y las homilías patrísticas durante el oficio divino. El lectorado estaba ya en plena caída en esta temporada, pues con la devolución, al correr del tiempo, a los diáconos y a los subdiáconos de las lecturas de los cantos de la misa y al cesar las vigilias nocturnas, con sus parcialmente prolongadas enseñanzas, les leyentes habían perdido una gran parte de los motivos que justificaban su existencia. Los jóvenes, que en el pasado eran iniciados en la vida eclesiástica como lectores, entraban en este momento a ser parte de la schola cantorum.
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La Misa consta de dos partes: La Liturgia de la Palabra La Liturgia Eucarística.
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